lunes, 9 de febrero de 2009

Viaje a India - 9 de febrero

New Market

El segundo día en Calcuta fue un día de dinero y transacciones, compras y ventas. Fuimos al centro y desayunamos en un café muy bonito, con Diana y Selda. Necesitábamos comprar más rupias y salimos, ingenuamente, a buscar un banco. Entramos a uno en el que no se podía cambiar dinero y nos enviaron al banco nacional. Los bancos de Calcuta parecen la peor oficina del abogado más berreta de la ciudad más pobre de Argentina. Tres personas atendiendo, en escritorios individuales, expedientes desparramados por todos lados y un santuario a Kali con mucha brillantina. Me atendió un señor con su cabellera teñida de un naranja furioso y me explicó que debía sacarle una fotocopia a mi pasaporte. Le pedí que me recomendara un lugar. Me respondió que a esa hora era difícil encontrar uno. Un empleado del banco me acompañó a ver unos lugares que estaban cerca, uno estaba cerrado, el otro abierto, pero el empleado que atendía no sabía usar la fotocopiadora y quién sabía llegaba recién el martes. Me separé del empleado, busqué a las chicas y nos fuimos a recorrer la zona. Fue más fácil encontrar una casa de cambio que una fotocopiadora, así que nunca más volvimos al Banco de India.

Del centro fuimos al New Market, el mayor mercado de Calcuta. Es una locura total, absolutamente agobiante. Afuera había una inmensa manifestación del partido comunista. Miles de hombres pasaban cargando en la cabeza todo tipo de mercaderías. Todos se te abalanzan para ofrecerte o pedirte algo. Los vendedores ambulantes son verdaderos tábanos. Una mujer con un niño en los brazos nos persiguió pidiendo dinero durante tanto tiempo, pero tanto, que en un momento pensé que no me separaría de ella por el resto del día. Marcelo lucía bastante cansado de la situación. Selda estaba a punto de llorar.





El mercado tiene una gran cantidad de puestos afuera, que dan a la calle, y luego existen varios edificios con interiores que son como inmensos bazares especializados en ciertos productos (algunos venden telas y vestidos, otros té, otros condimentos, etc.). Compramos distintas cosas y en cada lugar estábamos, como mínimo, media hora. Es que las compras en India están gobernadas por la lógica del regateo. Si no lo hacés, podés pagar el triple, o quizás más.





La primera vez que percibí que querían cobrarme de más reaccioné con enojo, pensando que querían estafarme por ser extranjero o cosas así. Después fui percibiendo que estaba frente a una verdadera institución cultural, una tradición gigantesca, que incluso precede a la aparición del capitalismo. Negociar un precio, en India, es una excelente forma de comunicarse con las personas. Algunos amigos de allá me explicaron como hacerlo.


Para comenzar, uno no debe intentar obtener un descuento descalificando lo que el vendedor te ofrece. No sirve decir cosas como “no voy a pagar ese precio por esto” o “en otro mercado vi uno mejor y más barato”. Al contrario, la mejor forma de negociar es halagando lo que te ofrecer y entrando en confianza con el vendedor. No está mal preguntarle el nombre, explicar que de dónde venís, y conversar mucho. Probablemente te invite a sentarte, quizás te ofrezca un café. Siendo amable se consiguen los mejores resultados. Una buena estrategia es decir que el producto te parece hermoso, que la atención en el lugar es fabulosa, que estás infinitamente agradecido, pero que lamentablemente el presupuesto te obliga a buscar un lugar de menor calidad. De inmediato te van a pedir que le pongas un precio. Si estás comprando, pongamos por caso, algo de 100 rupias, tenés que ofrecer 50, o quizás menos. Te van a rechazar la oferta, sin excepción, dando a entender que tu precio es ridículo. No hay que desanimarse, es parte del juego. Quizás tengas que subir un poco la oferta, pero no mucho. Eso va a depender de tu paciencia. El vendedor está jugando con tu tiempo, y vos con el tiempo de él. Lo que nunca tenés que perder es la cortesía: me pasó, alguna vez, estar cansado y saturado de informaciones, y responder seco. Lo único que conseguí fue irme sin descuento y perder tiempo, alrededor de media hora, sin comprar nada.


Salimos del mercado muy cansados y repletos de bolsas. Tomamos un taxi y le pedimos que pase por el puente Vidysagar Setu que cruza el río Hugli. De allí fuimos a cenar a uno de los mejores restaurantes de Calcuta, Peter Cat.