El mercado tiene una gran cantidad de puestos afuera, que dan a la calle, y luego existen varios edificios con interiores que son como inmensos bazares especializados en ciertos productos (algunos venden telas y vestidos, otros té, otros condimentos, etc.). Compramos distintas cosas y en cada lugar estábamos, como mínimo, media hora. Es que las compras en India están gobernadas por la lógica del regateo. Si no lo hacés, podés pagar el triple, o quizás más.
La primera vez que percibí que querían cobrarme de más reaccioné con enojo, pensando que querían estafarme por ser extranjero o cosas así. Después fui percibiendo que estaba frente a una verdadera institución cultural, una tradición gigantesca, que incluso precede a la aparición del capitalismo. Negociar un precio, en India, es una excelente forma de comunicarse con las personas. Algunos amigos de allá me explicaron como hacerlo.
Para comenzar, uno no debe intentar obtener un descuento descalificando lo que el vendedor te ofrece. No sirve decir cosas como “no voy a pagar ese precio por esto” o “en otro mercado vi uno mejor y más barato”. Al contrario, la mejor forma de negociar es halagando lo que te ofrecer y entrando en confianza con el vendedor. No está mal preguntarle el nombre, explicar que de dónde venís, y conversar mucho. Probablemente te invite a sentarte, quizás te ofrezca un café. Siendo amable se consiguen los mejores resultados. Una buena estrategia es decir que el producto te parece hermoso, que la atención en el lugar es fabulosa, que estás infinitamente agradecido, pero que lamentablemente el presupuesto te obliga a buscar un lugar de menor calidad. De inmediato te van a pedir que le pongas un precio. Si estás comprando, pongamos por caso, algo de 100 rupias, tenés que ofrecer 50, o quizás menos. Te van a rechazar la oferta, sin excepción, dando a entender que tu precio es ridículo. No hay que desanimarse, es parte del juego. Quizás tengas que subir un poco la oferta, pero no mucho. Eso va a depender de tu paciencia. El vendedor está jugando con tu tiempo, y vos con el tiempo de él. Lo que nunca tenés que perder es la cortesía: me pasó, alguna vez, estar cansado y saturado de informaciones, y responder seco. Lo único que conseguí fue irme sin descuento y perder tiempo, alrededor de media hora, sin comprar nada.
Salimos del mercado muy cansados y repletos de bolsas. Tomamos un taxi y le pedimos que pase por el puente Vidysagar Setu que cruza el río Hugli. De allí fuimos a cenar a uno de los mejores restaurantes de Calcuta, Peter Cat.