sábado, 7 de febrero de 2009

Viaje a India - 7 de febrero

Vuelta al infierno



El sábado bien temprano nos pasaba a buscar una camioneta para llevarnos de nuevo al aeropuerto de Guwahati. Había bastante niebla. En el camino vimos tres camiones volcados, en diferentes puntos, y uno de ellos estaba como empotrado en una pared de roca. El conductor, obviamente, pasó a mejor vida. Viajamos en la camioneta con Marcelo, Selda, Mario, Diana y Sabina. Paramos en medio de la ruta, compramos frutas y seguimos.








Esta vez el vuelo fue por Air India. Nos resultó gracioso ver en el schedule de las rutas de la compañía un mapa de América con una distribución bastante peculiar de las ciudades sudamericanas (préstese especial atención a la ubicación de Buenos Aires y Montevideo).





Llegamos de nuevo a Calcuta, de nuevo al infierno, al bombardeo de imágenes. Cuervos, smog, ruido de autos, las vacas, a las que les tocó en suerte ser sagradas, y muchas cabras, que tuvieron la mala suerte de ser el animal a degollar en las fiestas como ofrenda a los dioses.


A la noche tuvimos la suerte de encontrar un excelente café, en el que servían una riquísima torta caliente de chocolate, bañada en chocolate también. Sentí que por un instante me olvidaba de los picantes y de los cuervos, que entraba por unos segundos a Zurich y descansaba de Calcuta. antes de irnos, los mozos pidieron sacarse una foto con nosotros.






Cuando salimos del café percibimos que ninguno había anotado la dirección del hotel, sólo recordábamos que estaba cerca de una cierta estación de metro. Subimos a un taxi con un conductor que no hablaba inglés, y la situación se agravó. Ni siquiera podíamos llegar a la estación. Estuvimos dando vuelta en taxi como una hora hasta que el chofer paró en un bar, allí hubo como una tertulia discutiendo dónde podía ser nuestro hotel. Selda comenzó a mostrarle a un señor, que hablaba inglés, fotos de lugares cercanos al hotel, en la pantallita de su cámara digital. De repente reconoció un lugar y en hindi le dio indicaciones al chofer sobre cómo llegar. En un momento reconocimos una calle y la pesadilla terminó. Entré a mi cuerto y caí desvanecido en la cama.