El sábado bien temprano nos pasaba a buscar una camioneta para llevarnos de nuevo al aeropuerto de Guwahati. Había bastante niebla. En el camino vimos tres camiones volcados, en diferentes puntos, y uno de ellos estaba como empotrado en una pared de roca. El conductor, obviamente, pasó a mejor vida. Viajamos en la camioneta con Marcelo, Selda, Mario, Diana y Sabina. Paramos en medio de la ruta, compramos frutas y seguimos.
Llegamos de nuevo a Calcuta, de nuevo al infierno, al bombardeo de imágenes. Cuervos, smog, ruido de autos, las vacas, a las que les tocó en suerte ser sagradas, y muchas cabras, que tuvieron la mala suerte de ser el animal a degollar en las fiestas como ofrenda a los dioses.
A la noche tuvimos la suerte de encontrar un excelente café, en el que servían una riquísima torta caliente de chocolate, bañada en chocolate también. Sentí que por un instante me olvidaba de los picantes y de los cuervos, que entraba por unos segundos a Zurich y descansaba de Calcuta. antes de irnos, los mozos pidieron sacarse una foto con nosotros.