miércoles, 4 de febrero de 2009

Viaje a India - 4 de febrero

Free day

No nos gustó enterarnos en el desayuno que el día libre no era tan libre. Nos sugirieron (de una forma bastante coercitiva para ser sugerencia) que subiéramos de a cuatro personas en un taxi que nos llevaría a recorrer algunos puntos interesantes de Shillong y alrededores. El tour fue de menor a mayor, y mi humor también. Fui a uno de los que peor le cayó que no nos dejen libres, no tenía ninguna intención de que me paseen como un turista japonés. Selda se ocupó de mejorar mi día a base de bromas y comentarios cariñosos. Eso, con el paso de los días, se convirtió en una dinámica tan clara como inconciente: cuando uno se ponía mal, el otro salía a rescatarle el momento, y así sucesivamente, unos con otros, nos turnábamos.




El primer “punto turístico” fue el peor de todos: un view point que quedaba en Lummajneh, un área militar. Las fuerzas armadas están muy presentes en esa región por los conflictos de India con sus vecinos, China y Bangladesh. No sólo me molestó tener que entrar a una zona militar: además me resulta sumamente molesto que me definan desde donde tengo que apreciar algo, sea una ciudad o un lago. Creo que tenemos derecho a la mirada y a construir nuestro propio paisaje. Para entrar nos pidieron pasaporte, yo no tenía el mío pero nos dejaron pasar igual. Se escuchaban estruendos de un polígono de tiro. Pedí permanecer en ese lugar el menor tiempo posible, nos quedamos unos quince minutos y salimos para el segundo lugar: Elephant Falls.

En el camino veíamos las áreas rurales de la zona, que es bastante árida, y se veía la tierra arada, en desnivel, con una técnica que hace cortes escalonados que le dan un aspecto muy simpático.









Elephant Falls era un lugar más agradable que el anterior, pero tampoco lo hubiera elegido por motus propio. Un río, unas cascadas y eso era todo. Yo estaba ansioso por ir al centro de la ciudad, a ver esos mercados, esa gente que transitaba, ese frenesí. Volví a respirar para aguantar la segunda escala con paciencia. Caminamos por un sendero, vimos dos o tres cascadas, sacamos fotos y volvimos al taxi. Cada lugar de esos te cobrara para entrar y un plus si querías ingresar con cámara de fotos.

De ahí fuimos al tercer punto, que me gusto mucho más: Lady Hydari Park, un parque bastante concurrido por familias y enamorados. Un pequeño indiecito se nos acercó corriendo cuando vio que sacábamos fotos y nos preguntó quiénes éramos. El padre vino atrás y nos preguntó de dónde veníamos. En un asiento, un chico abrazaba a una chica. Ella usaba jeans. Esos gestos, como expresiones de cariño a las mujeres o uso de jeans, no son habituales entre los que respetan las tradiciones, que son la mayoría. Parecían de India, pero no debían ser hinduistas. Un grupo de mujeres meditaba en ronda junto al lago. Y nosotros recorríamos el parque contemplando la fauna humana y animal.


De allí nos dirigimos (¡por fin!) al centro de Shillong. Almorzamos, para variar, en el restaurante de un hotel y salimos a recorrer los bazares. Compramos ropa de seda, condimentos, té y artesanías en madera.










Diana entró a una farmacia homeopática y compró un remedio para la gripe. En un momento dejamos de comprar y nos dejamos llevar por la marea humana. Cada tanto nos perdíamos, cada tanto nos reencontrábamos.




A las 6 nos juntábamos todos en el taxi para volver a la universidad. Compramos antes un poco de fruta para compensar lo que serían otros dos días de comida picante. Volvimos, cenamos temprano en el guest house y fuimos a dormir.