En la sesión de la mañana nos anunciaron que a la noche tendríamos una fiesta en Shillong. Es que al día siguiente, miércoles 4 de febrero, teníamos el día libre y podíamos dormir más. Entonces, como varios de los participantes tenían planificada su vuelta antes, o poco después de finalizado el Workshop, prefirieron hacer la fiesta esa noche. En las sesiones no pasó nada destacable: discutimos algunos textos sobre cultura del placer y del consumo urbano, y expuso su trabajo Orli.
Además de los tragos, estaba dispuesta una mesa repleta de comidas, que nadie se animaba a encarar. Tomamos la iniciativa, creo que con Sabina y poco a poco se fueron sumando todos. De entrada servían una mushroom soap realmente estupenda. Los platos principales no eran muy diferentes a los que veníamos comiendo en la universidad, pero esa entrada y un postre del estilo de la Creme Brûlée le dieron a la cena cierto toque de distinción. Algunos profesores insistieron en poner música, pero nadie bailó. Nos subimos nuevamente al ómnibus y volvimos escuchando unas canciones de Rock & Roll local (Shillong es considerada la capital del rock indio). Bodhi y uno de los choferes encabezaron una danza que animó el viaje.
Selda cantó una canción turca, Diana una canción colombiana, los brasileros cantaron bossa nova y a mi me pidieron un tango, que no canté. Cuando llegamos, pidieron que contáramos “la canción del Che Guevara”: como algunos me acompañaron, ahí no me resistí. Aprendimos a quererte…