viernes, 19 de octubre de 2007

Efemérides: Rio de Janeiro (octubre 2007)

Conociendo Gloria y Lapa
(cuando Rio de Janeiro era para mí un viaje)



Folga de Vinícius! A la playa! Destino: Ipanema. A mi gusto, la más bonita entre las praias urbanas. Siguiendo una tradición bien argentina, me clavé una sunga de esas sungas que allá no uso ni en pedo. Acá los cariocas me dicen que no es estrictamente una sunga, pero para mí es suficientemente pequeña. Es esa cosa rojita que se ve en una foto en la que corro hacia el mar. Me la trajo Fabio de Italia. Todas las fotos del atardecer son de la bellísima caida del sol sobre el Morro Dois Irmãos y Pedra da Gávea.



Fui a correr por el Aterro de Flamengo (un parque bastante grande que fue el que le sacó la salida a la playa al barrio de Gloria)... y saqué unas fotos. Llegando al final, frente al Pão de Açúcar, encontré unos pibes haciendo pesas en un gimnasio improvisado sobre la playa. Uno de ellos parecía dar indicaciones a los demás, así que supuse que era un profesor que cobraba por eso. Le pregunté cómo podía hacer para utilizar las pesas, barras y demás. Me respondió: usalas, es público. (Miento, la traducción exacta sería "no es de nadie"). Así que me puse a hacer un poco de exercicios. Antes de irme le pregunté al mismo tipo quién cuidaba las pesas de noche. Me respondió: "nadie, los pobres no le roban a los pobres".



Día largo. Fui corriendo temprano desde Gloria hasta Copacabana. En el medio me crucé con varias fotos. Un gato preto, de esos que esperan que los pescadores de Flamengo dejen carnada para comer, posó para mi con el Pão de Açúcar de fondo. También el cristo redentor. Y mientras el cristo vigilaba desde lo alto, tres passistas en Botafogo posando para... nadie. Nunca entendí que estaban haciendo. Después de fotografiarlas desaparecieron. Se habrían perdido del carnaval pasado, serían sirenas, no sé.


Intruso en Glória

El intruso no es otro que yo mismo y el hombre mismo. No otro que el mismo que no termina de alterarse, a la vez aguzado y agotado, desnudado y sobreequipado, intruso en el mundo tanto como en sí mismo, inquietante oleada de lo ajeno, connatus de una infinidad excreciente.

Jean-Luc Nancy